jueves, febrero 01, 2007

LOS BENEFICIOS DEL BDSM - (II) - La historia de Juan y María - RESOLUCION

Aquella noche fue especial, cuando Juan entró en la casa casi
borracho, tuvo por fin el valor de decirle que esta vez sería
él, el que la dejaría, le gritó a su mujer que definitivamente
habían terminado, al día siguiente él haría las maletas y se
iría a vivir a casa de sus padres, lo tenía decidido.

Aquello enfureció de tal manera a su esposa, que traspasando
las barreras de años de exquisita educación, sus manos aferra-
ron un cojín y golpeó a su marido con él. Cuando Juan notó el
golpe, no se lo pensó dos veces y se lo devolvió con otro cojín
que tenía a mano. Se enzarzaron a gritos como siempre, pero
esta vez había algo diferente, además de violencia verbal había
violencia física. Ambos encontraron un placer desconocido en
desahogar su rabia con los golpes. Así siguieron hasta que
agotados se dejaron caer rendidos sobre la cama.

Ella fue la primera que se dio cuenta que algo había
cambiado. María lo miraba de manera diferente. Obnubilada por
los vapores del alcohol le dio un beso furtivo. Pronto estaban
haciendo el amor de una manera como hacía mucho tiempo ya no
recordaban.

Al día siguiente se repitió la escena pero esta vez ella no
dudo desde el principio en usar el cojín Él vaciló al principio
pero pronto la imitó.

Durante los siguientes días nada había cambiado
sustancialmente, pero la tensión entre los dos había
disminuido.

Al final, e inevitablemente el infierno se desató de nuevo.
Como si de una ceremonia se tratara, los cojines volvieron
hacer su aparición. Esa noche volvieron a hacer el amor, esta
vez sin angustia y sin reproches.

Al día siguiente, María se levanto con una idea fija, sabía
muy bien lo que tenía que hacer. Llamó a una amiga y le pidió
usar su chalet aislado en las afueras. Ella en tono
confidencial le preguntó con quién era la aventura, quién era
el afortunado. Su amiga puso cara de incredulidad al decirle
que era para ella y su marido. Pero lo que verdaderamente le
causó extrañeza fue la pregunta de que si en la casa había
cojines, muchos cojines. Asombrada le dijo que sí y que ese
mismo día le traería las llaves.

Lo que su amiga no sabía es que María, mujer inteligente, se
había dado cuenta que había una conexión entre el relativo
bienestar que ahora disfrutaba con su marido y sus batallas de
alcoba. Estaba dispuesta a explorar este camino, estaba
dispuesta a hacer cualquier cosa para salvar su matrimonio,
pero para ello necesitaban un sitio tranquilo a salvo de las
habladurías de vecinos y del servicio.

Con un gesto que en adelante sería habitual, María fue a
buscar a su marido a la fabrica. Él se extrañó mucho pero no
dijo nada. Su instinto le decía que algo estaba cambiando entre
los dos. Le seguiría la corriente, no tenía nada que perder y
sí mucho que ganar Cuando llegaron, él creyó entender porqué su
esposa le había llevado al chalet de su común amiga. Tenía la
secreta esperanza de que le habría llevado allí para, en un
ambiente muy distinto, prepararle con sus propias manos una
cena íntima que terminaría maravillosamente en la cama. Hacía
mucho tiempo que aquello no ocurría, pero se decía, últimamente
las cosas habían mejorado bastante...

En contra de sus esperanzas, y una vez dentro de la casa,
ella entre risas empezó otra vez el juego de agredirlo con los
cojines. Pronto empezó a insultarlo, primero en broma, para
luego hacerlo con ira.

Exasperado, Juan notaba como la rabia le atenazaba el
estómago. Sus esperanzas se habían esfumado. Ahora constataba
que su esposa le había llevado allí sólo para insultarlo y
agredirlo. Estaba harto del juego. Esta vez la iba a castigar y
no precisamente con cojines, ya no le importaba nada.

Cegado por la ira la empujó de manera tan violenta que ella
cayó en el suelo. Sin pensarlo, se quitó la correa y empezó a
golpearla. La sorpresa de María fue tan grande que no supo como
reaccionar, pero a medida que los golpes caían sobre ella, algo
muy profundo subía de su interior hacia su consciente, algo
poderoso. Era un sentimiento de entrega y sumisión hacia
quien demostraba su poder al final de aquella correa. Sentía
que cada golpe la liberaba más y más a medida que la hacía más
entregada.

Al poco tiempo se apoderó de Juan una sensación horrible que
le heló las entrañas De pronto tuvo la certeza de que acababa
de hacer algo prohibido. Juan paró en seco. Definitivamente
había maltratado a su esposa. ¿Qué dirían sus suegros?. ¿Qué
dirían todos cuando ella fuera a casa de sus padres a
enseñarles las señales que él había dejado en su piel?. Su
suegro al que tanto temía disgustar montaría en cólera contra
él. Su suegra le faltaría tiempo para reprochárselo a su
marido: “ya te lo dije yo, ¿qué podía esperarse de un patán
como ese?“. Sería la vergüenza y el fin de todo. Lo que tanto
temía se había producido, sabía que algún día no podría
contenerse.

Pero de pronto, notó que algo se agarraba con insistencia a
sus piernas. Ensimismado no se daba cuenta que era su propia
esposa la que estaba tirada a sus pies. Al mirar hacia abajo la
vio agarrada a sus piernas mientras gritaba “pégame, hazlo otra
vez“.

Su estupefacción no tenía límites. Pero sobre todo lo que más
le sorprendió era el sentimiento de poder mezclado con el
placer que el azotar a su esposa le proporcionaba. Nunca había
sentido nada parecido, no tenía ni idea que aquellos
sentimientos vivieran en su interior. Además ¿qué tenía ya
que perder?. Y si ella le pedía insistentemente que
continuara...No se lo pensó dos veces...y continuó.

De pronto para su extrañeza se dio cuenta que estaba muy
excitado, su sexo tenía una erección tan fuerte que incluso la
sentía dolorosa. Arrastró a su esposa hacia la cama donde la
tiró violentamente. Asombrado vio la expresión de intensa
excitación de ella. Le urgía que la hiciera suya cuanto antes.
Él no se hizo rogar. María tuvo varios orgasmos antes de que él
tuviera el suyo. Definitivamente había entrado en un mundo
totalmente inexplicable para él. No entendía nada de lo que
pasaba, sólo sabía que le gustaba.

Exhausto sobre la cama, la primera reacción de Juan fue
disculparse con ella, pero cuando empezó a hablar María puso la
mano en su boca para decirle que ella nunca había disfrutado
tanto como en esa noche. Él se calló. Ahora sí que no entendía
absolutamente nada.

De camino a casa los dos estaban pensativos. Ella meditaba
sobre lo que había ocurrido. María, más culta que él, sabía lo
que pasaba, se había dado cuenta de sus necesidades
sadomasoquistas, se había dado cuenta que su marido había
disfrutado tanto como ella. Para ella evidentemente se trataba
de una enfermedad, había oído hablar de ella. ¿Se encontraban
enfermos?. ¿Estarían locos por sentir esas cosas?. Su primera
intención fue visitar al médico de la familia. Si se trataba de
una enfermedad él tendría algo que decir.

De pronto se dio cuenta con terror que no podía hacerlo. ¿Cómo
iba a decirle a un amigo de la familia que ella, la niña
inocente, exquisitamente educada, le gustaba ser golpeada y
humillada, y además -¡Dios mío¡- en el colmo de la degradación,
¡había disfrutado sexualmente de ello¡.

¡Y sin embargo se sentía tan bien¡. Se sentía liberada. Se
sentía nueva, llena de vigor, de buen humor y sobre todo sentía
una gran ternura como hacía mucho tiempo no sentía hacia su
marido. Si aquello era una enfermedad se parecía mucho al
cielo. No, no podía decírselo a nadie, tenía que averiguar ella
sola qué solución tendría su problema, sin ayuda de nadie.

Al día siguiente y tras dar un beso a su asombrado marido
que se fue a trabajar pensando que estaba en un sueño del que
en cualquier momento iba a despertar, empezó a navegar por la
red, no para mirar su correo, si no para averiguar en
profundidad qué era esa “enfermedad“ del sadomasoquismo y hasta
que punto podía perjudicarlos. Estaba preocupada.

Lo primero que encontró, fueron innumerables páginas intensa-
mente pornográficas, que previo pago prometían dejar ver
imágenes increíblemente sádicas. De pronto le entró pánico.
¿Aquello era lo que a ella le gustaba?. ¿Es que llevada por su
enfermedad acabaría consintiendo que le hicieran esas cosas tan
horribles?.

Sin embargo poco a poco se dio cuenta que habían otras
páginas que no le pedían dinero para ser vistas. Su propósito
era más bien didáctico, su contenido era mucho más razonable y
además empezó a encontrar cada vez más unas siglas que le
intrigaron:“BDSM“. ¿Qué era aquello?.

Encontró algunas páginas que lo explicaban. “El BDSM es un
sistema estructurado y seguro para el ejercicio del
Sadomasoquismo y la Dominación/sumisión“, leyó. O sea que
según estas páginas, no sólo no estaban locos, sino que se
podía practicar lo que les gustaba sin peligro para su salud
mental.

Además encontró un montón de gente con sus mismos gustos que
se escribían, que hablaban entre sí en foros y chats,
comentaban cosas que ella sentía, con sus mismas dudas y
certezas, unas veces de manera divertida y otras sesudamente.
Aquella gente no sólo no parecía estar loca sino que además se
hablaban o discutían de una manera educada y respetuosa.

María y Juan fueron conociendo y comprendiendo cada vez más y
mejor esas necesidades profundas que tenían y cuya satisfacción
no sólo no les perjudicaba, sino que además resultaba
enormemente beneficiosa para su matrimonio.

Caminando por los infinitos caminos virtuales de la red,
pronto hicieron amistad con gente de su misma tendencia,
algunos incluso acuciados por sus mismos problemas . Lo que en
principio parecía sólo cosas de locos y depravados se convirtió
en algo normal , cotidiano y beneficioso para sus vidas .

(Continúa...)

Autor: El Faro
elfarosm@hotmail.com
http://www.elfarosm.blogspot.com/


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